Aventura en Utuado: el Cañón Blanco y el Jauca, parte I
No sabía que esperar. El día antes le di una "googoleá" a ver más o menos de que se trataba. Las imágenes de Cañón Blanco y el asiento en la piedra se veían espectaculares, así que más me animé.
Desde el momento de encuentro en la mañana se apreciaba una atmósfera familiar; eso me ayudó a sentirme segura y tranquila. Luego de acomodar los autos en el comienzo de la trayectoria, se nos dio un resumen de lo planificado para el día y comenzamos a caminar.
Nos adentramos al río a ver el Cañón Blanco. Había que pasar por algunos tramos de agua, pasto y piedras, nada muy extremo. Luego de unos 15 minutos más o menos, llegamos a ver unas inmensas piedras blancas y, entre ellas, el rio cruzando. Miré a mi alrededor para captar lo diferente que eran los ambientes, aún estando tan cerca. Las piedras brindaban un aspecto más desértico, pero alrededor y en la distancia predominaban las montañas y mucha vegetación. Realmente es un paraje poco común en Puerto Rico.
Continúanos caminando. En ciertas ocasionemos nos deteníamos a ver algunos petroglifos, a hidratarnos o a comer.
De lo más interesante de ese camino fue como de momento estás caminando por el río, tal vez el agua a las pantorrillas o rodillas, y luego tienes que sumergirte casi hasta la nariz para poder continuar. No estaba esperando eso en la aventura, pero no me detuve. Apreciamos varias rocas donde fácilmente se percibían varios petroglifos. Allí tuvimos la oportunidad de entrevistar a Tito Maldonado, director de Ríos, Charcas y Cascadas de Puertos Rico, y responsable de nuestra aventura en Utuado; un boricua que desde hace más de 10 años tomó la decisión de amar y conocer su isla. Más que conocerla, su visión es proveer a otros ese conocimiento y experiencia de Puerto Rico.
Ya habíamos caminando unas cuantas horas y regresaríamos a los autos, solo que esta vez sería por una vereda en la carretera. ¡Ya imaginarás el asombro de muchos! ¿Por qué no nos dijeron lo de la vereda antes? Porque había que vivir la experiencia.
De ese río, nos movimos a las Tres Cascadas del Río Jauca. El camino guiando no fue mi favorito, pero una vez llegas ves dos pequeñas cascadas y una un poco más grande. Esta última en el final tenía una especie de piscina que llaman La Lavadora, ya que el chorro de la cascada te impulsa y la corriente te hace dar vueltas. No lo pensé tanto y me lancé, mínimo unas cuatro vueltas; era como un viajecito en las tazas de las fiestas patronales. A los pocos minutos un niño se lanzó de la cascada, así que yo también tenía que hacerlo. Un poco asustada, subí por las rocas, me acomodé y lancé. Duró menos de tres segundos, pero se sintió ¡BRUTAL! Así que lo hice por segunda vez.
Con esto culminó una aventura inesperada, educadora y enriquecedora con Tito Maldonado y su grupo. Sumamente agradecida con la bienvenida y trato que se nos brindó para que fuera una experiencia inolvidable.
Y lo que vendrá, ¿será mejor que esto? Pendiente a nuestra página para las próximas aventuras de verano en Puerto Rico…