Morir para nacer
Samuel Murray dijo: “Y si cuando morimos la luz al final del túnel es la luz del cuarto de un hospital y ahí estamos, naciendo otra vez, salimos llorando. Y la única razón por la que lloras es porque recuerdas tu vida pasada…”. Definitivamente tuve que leerlo varias veces y mi mente se transportó al día de mi muerte. Que ninguno de nosotros sabemos cuando ese día pueda llegar, pero lo que si sabemos es que es lo único que nos asegura la vida.
¿Cómo será al cerrar tus ojos por última vez?, ¿qué hay detrás de esa oscuridad?, ¿habrá alguien con tu misma personalidad?, ¿dejarás de existir?, ¿hay vida después de morir? Son preguntas que nos hacemos cuando leemos semejante escrito. Y la respuesta a esto se define en el concepto de reencarnación. Que no es nada más que el renacimiento del alma después de la muerte, en otro cuerpo humano.
La verdad no creo que podamos tener otra vida con nuestro propio cuerpo luego de morir. Claro, esto queda a su discreción personal. Pero lo que si creo es que nuestra alma nunca muere. Tal vez nace en otra persona, por ejemplo, los hijos de un difunto tienen características similares o tal vez iguales. Esas que nos hacen sentir tan cerca a esa persona tan especial fallecida. Desde su olor, sus gestos hasta sus gustos.
Por otro lado, ¿han oído hablar de su alma gemela? Otro ejemplo, tu alma puede caer el en templo, el cuerpo de otra persona, tal vez ahora, al otro lado del mundo, del otro sexo y comportarse exactamente igual que tú.
Hay tantas teorías, tantas preguntas y tantas repuestas… Incluso, te has puesto a pensar, ¿y si la vida es un sueño y la muerte nos despierta?, ¿cuál es tu opinión?, ¿qué piensas tu?, ¿cuál es tu visión? Si es así que esto existe, ¿cómo debemos vivir en nuestra estadía por el mundo? Ninguna de estas respuestas las tengo, pero si puedo decirte que nuestro objetivo como seres humanos es encontrar esa felicidad plena en nuestro propio templo sin buscar la perfección. Sin embargo, si existen una serie de cosas que nos lleva a ser mejores personas diariamente. Y si todo esto es cierto, y vivimos luego de la muerte, pues dejemos un legado en el mundo; una memoria fértil, pero, sobre todo, inolvidable.
Fabiola Feliciano Díaz
Isabela, P.R.
Futura Ingeniera Química UPRM
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