Haciéndome mía en el camino
Llevo unos años con los ojos cerrados, en neutro. Pensando que merezco mucho más pero sin buscarlo. Viviendo en la rutina y añorando llenarme de experiencias que enriquezcan mi mente y mi alma. De esas que quieres contarle a tus hijos y nietos y por qué no, escribir esa vida maravillosa. Pues hoy, comencé a dirigir mis pasos hacia esa vida en un sendero cercano, el hogar de animales salvajes y naturaleza noble.
Habiendo escogido mi ajuar para las montañas, incluyendo unas botas con las cuales podría trepar un árbol si me topara con un oso (eso pensé, hasta que me enteré que los osos también trepan árboles). Iba preparada para esta caminata, que a mi entender duraría 90 minutitos.
A los 25 minutos y 1/4 de milla adentrándome a la montaña entre piedras, fango, humedad, riscos y caminos estrechos alfombrados de hojas marrones, solo pensaba en regresar. Mi rostro y las manos ya estaban frías por el viento, mi corazón iba más rápido que una pantera y los muslos y glúteos se quejaban de ardor. Pensaba que ya había sido demasiado ejercicio por el día y me preguntaba si en realidad podría llegar. Vamos! Que no era tan fácil como caminar cuatro millas en el mall (que las camino sin problemas) con una tarjeta Visa en la mano.
En ese momento, como si me leyeran la mente, me preguntaron si quería regresar. ¡Qué mucho se tardaron! Sí, eso quería; pero por otro lado no quería parecer “dejada”, agua fiestas y aplataná. Y peor aun, significaba rendirme cuando ya me había jactado de poder caminar cuatro millas “feliz”. Me habría perdido de comenzar a vivir. Significaría que “otro día” podría ser. Pero ESTE era el día; era mi presente. Así que bien “normal” dije no. Me agarré de los dos “sticks” y seguí orando para que ninguna pantera (o cualquier gato grandote y salvaje), serpiente ni oso se cruzara en el camino.
Mientras seguía pisando el camino lodoso, pensaba en los ciervos, osos, ardillas y serpientes que habrían estado en el mismo camino que yo andaba. Como cuando unes varias escenas de la misma película en tiempos diferentes, en la que permaneces tú y ves las demás escenas rodar. ¡Eso me causaba tanta emoción! De que hubo momentos de susto, los tuve... resbalones pisando las raíces, por piedras que tenía que brincar mientras analizaba cómo poner un pie y luego el otro como conectando los puntos y evitar virarme un tobillo. A esa altura nadie quiere lastimarse un tobillo. ¡Pero las vistas! Esas me quitaron el aliento mucho más que la caminata. Ver las casas como piezas de lego con techos de colores a tantos pies de altura.... a esa altura donde una sábana de nubes me cubría del sol sin tocarme. El canto de pájaros, el aplauso de las hojas que quedaban en la copa de los árboles, gotas de agua fría brincando en las rocas, riachuelos desesperados por cruzar el camino. Eso, me hizo vibrar y sentir que soy, que estoy y que mi presencia allí tenía tanto valor para mi vida como para la naturaleza que me recibía en su inocencia. Casi al concluir la caminata, permanecía estático un caballero alto y robusto, con su tronco vestido de verde y de ramas extendidas en abrazo. A él lo observé por un momento y sentí este amor por él... cerrando los ojos y casi a punto de llorar le di las gracias. Se que esa gratitud fue compartida al resto del bosque.
Entre brincos de celebración y risas llegué! Habían pasado cuatro horas que fueron las más sensacionales y emocionantes. Quizás hubiera sido más fácil caminar las cuatro millas en el mall. También era más fácil rendirme y haber caminado solo media milla. Pero esta mujer se decidió a sentir y a vivir. Porque la vida es una y un día bien vivido te completa. Y abrí los ojos.