Desde mi mat- El Nudo
¿Por qué esta postura se me hace tan incómoda? Recostada sobre dos bloques de yoga y una almohada intentaba hacer un backbend en la clase de yoga restaurativa con Marta. No era la primera vez que hacía la clase, pero si la primera vez con ella. Sentía que mi espalda baja se rajaba, mis escápulas se comprimían y el dolor era insoportable. Como parte de mi adiestramiento como futura maestra de yoga debo tomar clases con todas las instructoras. A Marta la conocí el día antes. No hice “click” con ella de inmediato. Pero cuando escuché a Marta contar su historia, me identifiqué con algunas cosas, entre ellas, carreras profesionales drenantes- escogidas ya fuese por vocación o por error-. Ese domingo celebraba mi vuelta número 47 al sol. 47 septiembres desde que hice a Mami someterse a una cesárea por mi terquedad de no querer salir del vientre materno.
Mis días anteriores habían estado cargados de mucha tensión. Tanta, que justo el viernes en pleno almuerzo y ante la mirada atónita de mi suegro, había engullido media Klonopin, garganta abajo con un sorbo de agua fría en una concurrida panadería. Mi pareja me la había picado la pastilla por la mitad ya que su intento de aliviar mi dolor de cabeza en la sien izquierda había resultado infructuoso. No, no consumo ansiolíticos con frecuencia. Pero varias situaciones de vida me han llevado a tener uno en mi cartera, en caso de emergencia. Ese viernes tenía una gran emergencia. Sentía que la cabeza me reventaba y que si no me calmaba podría no llegar al otro día a mi sesión de adiestramiento como maestra de yoga.
Ese viernes había acudido al tribunal a solicitar se extendiera una orden de protección contra la anterior pareja de mi media naranja. A pesar de tener la mejor representación legal del país, la jueza no me la concedió. No sentí fracaso, pero mucha tensión ante la incertidumbre que esta persona vuelva a repetir una serie de conductas que nada aportan a mi mejor calidad de vida. Sentada tras la vista, tomando un café con mi abogado, escuché sus palabras con cautela: “Usted ha ganado de todas formas. Esa persona sabe que usted no permitirá otro incidente”.
No quería pensar en esas palabras, pero su eco me perseguía. Más tarde en la noche, mientras llegaba a cenar (cena que mi pareja me había preparado con mucho amor) hablé con su abogada. Le resumí el desagradable incidente del tribunal para su conocimiento y tornamos la conversación a lo personal. Me reitero que hay personas muy dañinas, pero para esas personas solo debemos desear compasión. Confieso que compasión era la palabra menos indicada para resumir mi sentimiento hacia la otra persona o hacia la situación. Esta persona, sin mi consentimiento, había abusado de mi intimidad. Me había asustado en varias ocasiones con su forma violenta y amenazante. Mil veces traté de ponerme en sus zapatos, pues soy madre, igual que ella. Pero no había forma de entenderlo. Hasta que Marta nos indicó la postura del backbend. Fue en el mat de yoga que encontré la respuesta.
Los backbends son posturas que desplazan el cuerpo hacia atrás y estiran la espina dorsal y los músculos de la espalda. Son posturas que van de lo gentil a lo profundo. Llevo 17 años practican do yoga por lo
que puedo hacer posturas como los cartwheels, que requieren mucha precisión y profundidad en la flexión hacia atrás. Sin embargo, me incomodaba el backbend sencillo que Marta explicaba. Le pedí ayuda. “Ya voy” y nunca llegó. Ella verificaba posturas en aquella clase llena de tepe a tepe y con gente practicando fuera del salón. De repente no pude aguantar la postura. Un nudo enorme se desataba en el centro de mi estómago y subía a mi garganta. La náusea se apoderaba de mi en plena clase. Cerré los ojos, quité almohada, bloques y respiré. En cada inhalación y exhalación sobre el mat le rogaba a Dios que me quitara la náusea y me diera la respuesta a por qué me sentía así. Pude terminar la clase-con la ayuda de Marta quien me sugirió no intentarlo- pero con la extraña sensación que algo dentro de mí había cambiado en mi vuelta 47 al sol justo en aquella clase. Mi chakra de la garganta había atrapado algo en su vórtice energético y me guiaba a buscar balance. Al poco rato de culminar la clase, recibí un hermoso mensaje de mi pareja en mi página de Facebook. En él hablaba cómo habíamos “alineado senderos para provocar un Universo de posibilidades”. Lloré a lágrima viva. Su mensaje hermoso y sublime me dejaba saber que a pesar que hemos vivido momentos muy fuertes apostando a una relación que para algunos era una locura total por hechos tangenciales, el Universo se había encargado de unirnos. No en el 2014 cuando nos conocimos brevemente. Cada cual tuvo que vivir tempestades para llegar a la vida del otro y apreciar lo que nos podemos ofrecer mutuamente. Yo había experimentado una ínfima parte de su tormenta, pero una vez ese nudo se desató en el mat de yoga pude entender finalmente por qué estábamos juntos.
En la tarde, hicimos varios ejercicios de respiración en pareja. Mi compañero fue el único varón del grupo. Él es un norteamericano, alto, joven, militar y bien delgado. Yo soy pequeña, al menos 15 años mayor y con curvas. El tenía problemas en las respiraciones profundas. Yo las dominaba. Espalda con espalda comenzamos a respirar al unísono. El se sincronizó conmigo. Al ser maestra de ejercicio, tengo- a pesar de mi corta estatura- unos pulmones bien adiestrados. Con ellos he respirado profundo para traer al mundo a mi hija mayor, escalar un glaciar y correr medios maratones, entre otras cosas. Mi compañero luego comentó ese detalle y que pudo percibir que tengo una respiración “fuerte” para ser una mujer de corta estatura. Cada respiración que hice con él me llevaba a pensar en el concepto de la vida y las relaciones en general. Se trata de respirar al unísono, en el mismo lugar, el mismo aire. Las náuseas fueron desapareciendo poco a poco luego de la clase de Marta y el ejercicio de respiración me dio mayor perspectiva.
El nudo era mi tensión desbordándose como un río sin cauce, descontrolado. Todas las emociones negativas estaban en cada arqueada de náusea, queriendo salir de mi cuerpo. Era la respuesta de mi cuerpo físico a una emoción tóxica que no me pertenecía. Cada respiración trajo un nuevo aire a mi cuerpo llenándolo de otra perspectiva espiritual.
“El secreto es no correr detrás de las mariposas…Es cuidar el jardín para que ellas vengan a ti. A final de cuentas, vas a encontrar, no a quien estabas buscando, sino a quien te estaba buscando a ti”. El cartelito apareció en mi Facebook dos días luego de liberar el nudo aportando mayor claridad a mis pensamientos. El amor no es algo que debemos buscar. No nos debemos apantallar con un físico, una voz, una trayectoria profesional, dinero en el banco, potencial…No nos podemos obsesionar con un ideal de persona. El otro no nos completa, como se hace creer comúnmente. El centro de nuestras vidas debe ser el amor propio, ese que no parte de una perspectiva narcisista, pero de una perspectiva compasiva. El amarnos como somos, defectos y virtudes incluidas, es lo que hará que atraigas a quien te necesite en su vida. Hay carácter de permanencia y puede haber temporalidad. Cuando respiramos al unísono, es cuando sabemos que puede haber permanencia por que fluimos.
Hoy comprendo, que la persona que trató de abusar de mi espacio responde a patrones de vida donde se busca y se aferra a una expectativa de tener una pareja idealizada así se logre bajo manipulación. Donde no hay amor verdadero pero sí una gran manifestación de egoísmo. Su obsesión enfermiza con mi pareja genera pena en todos a su alrededor, al punto de convertirse en sus facilitadores. Mi respuesta dista de la pena y me rehuso a hacer lo fácil: ser facilitador. Por el contrario, mi respuesta es una compasiva. No estoy queriendo implicar que dejaré que esta persona abuse o no respete lo que legítimamente me pertenece: mi espacio para ser feliz. Tampoco apruebo su conducta. Esta persona ha hecho mucho daño. Entendí que sus emociones tóxicas no me pertenecen y parten de un amor no correspondido. El amor no puede ser obligado o sostenerse bajo amenazas. El amor es un encuentro de dos almas que desean unir sus energías individuales para hacer el bien. No quiero pensar que el sinsabor de otro me hace crecer. Prefiero creer que mirando a la otra persona desde una perspectiva compasiva me puedo poner en sus zapatos para comprender el por qué de su actitud. Al final, ella tiene que liberar su propio nudo para encontrar su universo de posibilidades.