Resistencia y visión
El amor propio no es realmente algo con lo que nacemos. A través de nuestros tropiezos, nuestras luchas, nuestros logros y éxitos, aprendemos a apreciar a la persona en la que nos estamos convirtiendo. Para algunos es un proceso rápido, para otros, el viaje es largo y arduo. Las mejores obras de arte no son productos finales, toman tiempo para elaborar con cuidado e intención. Las esculturas de mármol blanco, divinas, hechas por el artista Miguel Ángel tardaron años en completarse. Después de interminables horas de trabajo, noches sin sueño, y bastantes dudas, nacieron los monumentos más espectaculares de la historia, ellos que honran el espíritu humano. ¿Entonces que se puede decir acerca del amor propio? Es también una larga expedición con muchas sorpresas.
Una de las mayores hazañas arquitectónicas de los últimos 100 años, la basílica de la Sagrada Familia en Barcelona, España, fue diseñada por el visionario Antoni Gaudí y comenzó su construcción en 1883. El edificio sigue siendo una obra maestra… inacabada, una labor de amor de proporciones épicas. Ladrillo por ladrillo, piedra por piedra, los cimientos fueron edificados para agregar y narrar una historia duradera de resistencia y visión.
Hay muchos que definen el amor propio con términos superficiales como la vanidad y el egoísmo, pero estas palabras no necesariamente definen el amor por uno mismo, y tampoco desenredan los nudos que se crean a lo largo del camino. Esos son los extremos de vivir una vida en el servicio solamente para uno mismo. Cuando existe un equilibrio entre el cuidado personal (ese ser de mente, cuerpo y espíritu) en conjunto con el servicio a los demás, emerge el verdadero poder del yo.
El espejo de tu vida te mostrará, si tomas un momento para contemplar, que eres una obra magistral. A pesar de todo lo que has sufrido, las lecciones que han transformado tu humildad, y los momentos que te desafían para crecer y ser mejor…veras una escultura de mármol blanco, divino.