¡Ah, la humanidad!
En estos días de mucha incertidumbre, me puse a pensar en los momentos que hemos vivido como humanos y que nos han enseñado cuán preciosa es la vida. También pensé en la fragilidad de nuestra existencia y cómo podemos dejar este mundo de un momento a otro. Después de todo, el coronavirus nos ha enseñado que hoy podemos estar y mañana no. Eso ha pasado siempre, pero quizás es la primera vez desde las grandes guerras o la crisis de los misiles que pensamos en una posibilidad de morir en masa y con poco aviso. Y en esta, distinto a la canción del Gran Combo, no podemos “seguir bailando” ni “seguir contentos”.
A mis 64 años he vivido muchas cosas. He visto como nos hemos levantado poco a poco de las épocas en que éramos simplemente comparsas del hombre. He visto a la mujer subir y triunfar. He podido saborear, aunque aún no del todo, lo que muchas de mis maestras y otras grandes mujeres puertorriqueñas solo soñaron en sus luchas arduas por la equidad. He vivido mucho, pero nada como esto del virus que pretende acabar con toda mi generación.
Recuerdo a mis padres, que eran buenos lectores, hablar de muchas cosas que no me enseñaron en la escuela. Ellos nos sentaban para contarnos cómo la gente vivía en otros países, de la importancia de conocer nuestra historia y la del mundo, y de eventos que les impresionaron cundo eran niños o jóvenes. Cuando pasaban cosas terribles en el mundo, mi mamá siempre decía: “¡Ah, la humanidad!”
Nunca supe a qué se refería ni le pregunté (era ya casi como algo que decía siempre que había algo malo, así porque así), pero ya madura me dio curiosidad y le pregunté. Me dijo que cuando era chiquita y vivía en Nueva York escuchó a un señor que lo dijo en la radio cuando explotó el Hindenburg.
Según ella, lo que quería decir el locutor en esa frase era que la vida es efímera, frágil, y que hay eventos que no podemos controlar y que ponen de relieve cuán cerca estamos de la muerte. Para mi mamá, la vida era un suspiro y teníamos que vivirla lo más intensamente posible. Al menos puedo dar fe de que ella lo hizo y murió sin cartuchos por explotar.
Hoy vivimos con la muerte “detrás de la oreja”. En horas del coronavirus estamos más conscientes de la fragilidad de nuestra humanidad. Mientras las muertes siguen aumentando aquí y en todo el mundo, no debemos dejar que nuestros sentidos se emboten. Al contrario, debemos aprovechar estos momentos para cuidarnos y cuidar a nuestros seres queridos, y ser solidarios con los que sufren y con los que todos los días arriesgan sus vidas para garantizar nuestra salud.
¡Ah, la humanidad! Sí, nuestras vidas son frágiles y pueden perderse en cualquier momento, pero mientras estamos vivos podemos decidir vivir con todas nuestras fuerzas. Actuemos ahora y vivamos como si en esto se nos fuera la vida, porque se nos va.