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La escritura como acto de insubordinación

La poesía fue mi primer contacto con la literatura. Antes de los libros, era solo una mujer encerrada en el cuerpo de una niña escurridiza, que prefería el anonimato y la contemplación. Fue un hombre el que me inició. Los versos y las rimas del maestro Andrés Eloy Blanco se mezclaron con mi código genético cuando era una escolar, y desde entonces, he leído con voracidad y adicción; no solo poesía, sino también clásicos de los géneros más disímiles y libros que fueron apareciendo en mis manos, por error o intencionalidad del universo.

Por decisión propia, mi niñez y adolescencia estuvieron marcadas por el encierro. Prefería quedarme en casa viendo televisión, leyendo o escribiendo; así que la mayoría de mis encuentros sociales eran producto de las presiones familiares. Mi temperamento siempre dócil, era contrarrestado por las tormentas imaginarias producto de la lectura; semilla de mi futura rebeldía intelectual.

No era bella, ni popular, ni resaltaba por mis lauros académicos; pero contaba con lo que algunos llaman la maldición de la inteligencia; la cual, potenciada por el don de la lectura, me otorgó el poder de transmutar en todos y cada uno de los personajes de los textos que leía.

Un poder a todas luces peligroso, que a la larga me llevó a convertirme en la heroína o la villana de mis propias historias. El comienzo fue difícil, porque la cultura y el pensamiento tercermundista y machista del país donde nací, no ve con buenos ojos a las mujeres que escriben, sobre todo temas oscuros como la muerte, la sexualidad o aquellas historias que reivindican y enaltecen a nuestro género; sin embargo, el desafío de vivir según mis reglas y la necesidad de ser escuchada y trascender, me ha permitido a la fecha haber escrito muchas historias, y publicado dos libros.

La primera de mis obras publicadas se llama Once veces Regina: un libro con once cuentos y once historias, distintas unas de otras, pero distinguidas sobre un solo hilo: la protagonista es una mujer llamada Regina Belgrando. La segunda es una novela negra titulada Muerte Técnica, la cual describe los avatares de Ángel Lafayette, un eviscerador de cadáveres implicado en un asesinato. Este último texto se caracteriza por las narraciones corporales que no solo demuestran la crueldad del ser humano, sino también la fragilidad de nuestro cuerpo cuando es sometido a tratos inhumanos.

 

Elsie Picott es médico cirujano, especialista en anatomía patológica, docente universitaria, escritora, activista defensora de los Derechos Humanos (DDHH) y presidenta de Hominem (Asociación Civil Sin Fines de Lucro cuyo propósito es la redignificación de los estudiantes de medicina) en Venezuela.

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