Somos una fuerza arrolladora
Cuando recibí la invitación para escribir en esta edición de la revista Mujeres con Visión me preguntaba qué nos caracteriza a las mujeres latinas y qué nos diferencia de las de resto del mundo, la idea permaneció varios días dando vueltas en mi cabeza, mientras en medio de la cuarentena cumplía mis obligaciones laborales y buscaba algún espacio para redactar.
Hoy primero de mayo, siento que lo que nos diferencia y nos marca es la fuerza, las mujeres latinas tenemos fuerza de aguante, hemos aguantado por generaciones al patriarcado, aunque también hemos sido promotoras de que el machismo se haya manifestado por tantos años, parimos hombres a los que tratamos como a maridos, a los que en algunos aspectos volvemos inútiles para luego victimizarnos y continuar un círculo vicioso de maltratos.
Sin embargo, ese poder y fuerza también nos ha permitido reivindicarnos en las nuevas generaciones, nos ha permitido revelarnos a esos estereotipos de mujeres latinas impuestos por lo que llamamos “la industria” pero también por nosotras mismas.
Haré un paréntesis para hablar de mi misma, soy una periodista venezolana que se vio envuelta en la crisis política y económica por la cual atraviesa mi país, tuve empleos a los que amé mucho y aún recuerdo con cariño. En ese tiempo fui invitada a participar en una investigación que retrataba de una forma pura y dura el hambre en nuestros niños, también trabajaba como corresponsal en mi ciudad, el puerto por donde entra la mayoría de los alimentos a Venezuela, y de contar 20 barcos en bahía esperando para ser descargados, vi como llegaba uno cada 20 días. Yo sabía que el hambre se iba a agudizar y temí por mis tres hijos. Junto a mi esposo emprendimos el plan migratorio, que implicó una separación por varios meses, hasta que él logró una cierta estabilidad que nos permitió garantizar techo y alimentos para los niños. Nos asentamos en Soacha, un municipio del Departamento de Cundinamarca, ubicado al sur de Bogotá.
En este punto, vuelvo a hablar de la fuerza, porque es el motor que nos obliga a superarnos, las latinas hemos tenido dos posibilidades, mantener las costumbres o cambiarlas, y generacionalmente puedo hablar de cambios, de una evolución marcada por crisis pero que poco a poco nos irá dando victorias.
Conozco mujeres que con dolor y valentía se han revelado a sus padres en temas de trabajo, de pareja y de crianza, que están revolucionando desde sus hogares y puede que su esfuerzo parezca pequeño, pero no es así, es gigante, y esas cosas son las que cambian el mundo.
Las venezolanas hemos vivido una época muy dura en estos últimos años, de separación, de abusos, de xenofobia, nos señalan, nos discriminan y nos marcan, nos encasillan, pero ¿saben qué?, yo creo que se debe muchas veces a la ignorancia, porque si algo tenemos nosotras es voluntad y somos arrolladoramente fuertes, sin importar las circunstancias, sino pregúntaselo a esa madre que camina kilómetros con su hijo en brazos de hospital en hospital y de farmacia en farmacia para salvarle la vida.
He escuchado a personas tildarnos de flojas porque nos quejamos de trabajar 12 horas, pero ¿quién dijo que por trabajar 12 horas el mundo será mejor?, es absurdo pensar que una mujer pueda ser mejor persona por negarse el derecho al esparcimiento, a mirar el techo y no querer pensar en nada, a tomarse un café, a ver una película, leer un libro o hacer lo que se le antoje ¿Quién dijo que tiene más valor aquella que se levanta a las 3:00 de la mañana para dejar todo listo e irse a trabajar mientras el marido duerme a pierna suelta, “pobrecito, está cansado”, y ¿Nosotras qué?. No señor, es ahí donde cambia el mundo, en revelarnos, por ahí se empieza. Porque tampoco es peor persona aquella mujer que piensa en sí misma primero que en los demás.
Ser una mujer independiente no es sinónimo de ser soltera, sin hijos y con un sueldo millonario, ser una mujer independiente es poder tomar nuestras propias decisiones, ser feliz con eso y quitarnos el cargo de conciencia que nos da ir contracorriente. Se puede ser independiente teniendo pareja o no, teniendo hijos o no, teniendo un empleo o siendo empresaria. Las latinas estamos entendiendo eso y tenemos el poder para combinar todo eso y ser felices, solo que para algunas ese pensamiento de lucha todavía permanece en su cabeza.
Está bien estudiar en una universidad o dedicarte a algún oficio, está bien tener hijos o no tenerlos, está bien separarte de una pareja que no te hace feliz, está bien dejar un empleo que no te gusta y buscar otro, lo único que está mal es negarte las posibilidades de abrir los ojos en las mañanas y sentir que vas por buen camino.
He conocido a mujeres venezolanas profesionales que les ha tocado trabajar en cualquier cosa, atendiendo en tiendas, de recepcionistas, como vendedoras ambulantes, en fábricas pegando botones y de aseadoras y lo hacen con amor y agradecimiento. También a otras que lograron empleos en sus áreas o emprendieron y que lo han hecho muy bien. Por eso insisto en la fuerza, en esa fuerza que se contagia y se le pasa a la nueva amiga del nuevo país. Esa fuerza que también se transforma en empatía y que arropa los lugares por donde pasamos, que hace que nos duela el hijo de la otra y que en las horas de descanso en los trabajos sembremos en nuestras compañeras la rebeldía de buscar la felicidad.
Dos días antes de que fuera decretada la cuarentena en Colombia, al finalizar clases y ya esperando que sonara el timbre para culminar la jornada, dos chicas se me acercaron para decirme que me habían buscado por Facebook y que habían visto mis fotos como periodista, empezaron a preguntarme cosas relacionadas con mi profesión y con mis empleos anteriores. Luego, dos chicas más que se habían sentado juntas en la primera fila me mostraron un dibujo de mí que había hecho una de las dos y me dijeron “tú nos inspiras”.
Hasta ese momento yo no había entendido que mi responsabilidad va más allá de ser simplemente su profesora de Inglés. Ellas realmente me habían escuchado cada vez que les hablaba de lo importante que es seguir estudiando y buscar dentro de sus corazones algo que les hiciera feliz para convertirlo en su modelo de vida. Ellas no tienen idea de cuánto me inspiraron a mí.
Laura González Loaiza
Venezuela-Colombia
Periodista