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El lupus me llevó a encontrarme con mi padre biológico

Podría comenzar diciéndote que viví una infancia feliz, tranquila, con una madre amorosa, dos hermanos y una figura paterna extraordinaria que incluso me dio su apellido.

Siempre supe que mi padre biológico era otro y jamás escuché a mi madre hablarme mal de él, por el contrario, las pocas cosas que hablábamos eran en positivo, a tu papá le gustaban los números, eso me decía cuando decidí que quería estudiar ingeniería.

Mi vida tomó un giro inesperado cuando apenas tenía 15 años, ya que fui diagnosticada con Lupus Eritematoso Sistémico, una condición autoinmune que ataca tus propios tejidos, por lo tanto, hubo cambios en mi apariencia física, comencé a tomar hasta 10 pastillas al día, me fue prohibido el sol y mis emociones parecían una montaña rusa.

La verdad, es que ese diagnostico no me detuvo, yo quería continuar con mi vida, así que rápidamente tomé responsabilidad de mi tratamiento y seguí trazándome una meta tras otra, en aquel momento jamás había escuchado hablar del lupus, cosa que hoy día agradezco ya que de entrada no me limitó, también busqué herramientas, recuerdo haber leído libros de autoayuda, me acerqué a la iglesia y mi actitud en general era positiva y muy optimista.

Años más tarde estando en un encuentro de la iglesia católica reconocí por primera vez tener un padre biológico ante otras personas, ya que al tener el apellido de mi otro padre nunca tuve la necesidad de hablar sobre este tema.

Sin embargo, no sentí curiosidad de buscarlo, nada mas el hecho de pensar que nos encontrábamos me generaba susto, incluso llegué a pensar que, si pasaba, me quedaría sin palabras al tenerlo de frente.

Dos años más tarde, cuando tenía 30 años comencé a estudiar psicolingüística, el primer día me pidieron presentarme, yo era la única persona con una condición de salud en el grupo, al decir que se trataba de lupus, mi profesor hizo una pausa para explicar que el lupus estaba relacionado a programas de abandono o rencores con los padres.

Para mí nada de eso resonaba hasta el momento, así que le dije a mi profesor que tenía una hermosa relación con mis padres, cosa que era cierta y que mi padre ( el que me dio su apellido) había fallecido, de repente hice una pausa y le dije que éste realmente no era mi padre biológico, pero defendí a capa y espada que nunca me hizo falta el otro, el profesor me vio con ojos de amor y me dijo que me creía, que estaba bien, acto seguido me pidió presentarme nuevamente con mi verdadero apellido paterno, el de mi padre biológico, y la realidad es que se me hizo un nudo en la garganta y no pude hacerlo. Ese día comprendí que hay información que queda guardada en tu memoria celular.

Este suceso marcó el inicio de mi proceso de sanación con un padre que por 30 años había negado, era un total desconocido para mí, hasta ese momento pensaba que, por no sentir odio, rabia o rencor ni siquiera representaba una herida en mi vida, pero hoy lo veo con otros ojos, es más profundo sanar aquello que no reconoces, es como si a mi rompecabezas de vida le hiciera falta, nada más y nada menos que la mitad de las piezas.

A partir de ese momento inicié todos los ejercicios relacionado a figura paterna con mi padre biológico, aunque era muy poca la información que tenía. También compartí con mi madre el trabajo que estaba haciendo, de allí a mi madre le surge la idea de buscarlo por Facebook y para su sorpresa lo encontró.

Yo decidí escribirle por dicha red social y a los pocos días nos conocimos, para ese momento yo contaba con herramientas emocionales que me permitieron ir al encuentro sin expectativas, fui con más ganas de dar que de recibir, a él por el contrario le había caído todo esto de manera repentina, pues su familia no conocía de mi existencia.

Ese día, me encontré con un hombre que se había convertido en pastor pentecostés, después de haber tenido un pasado algo oscuro, lo primero que sentí después de escuchar su historia, fue agradecimiento porque él había encontrado el camino hacia Dios, eso ha transformado su vida y la de su familia. Comenzó pidiéndome perdón, pero también me dijo cosas como que yo había nacido del pecado, quizás te cueste creerlo, pero nada de eso me lo tome personal, porque eso que decía no era en mi contra.

Mi intención siempre fue comenzar de cero, conocernos mirando hacia un futuro, el también estuvo de acuerdo en ese momento.

Pero luego, todo cambió, no puedo explicar que nos pasó, pero simplemente por más que intentamos permanecer en contacto cada uno siguió su rumbo, en esa época tuvimos dos o tres encuentros e incluso hicimos juntos una donación para muchachos en proceso de regeneración de drogas.

Yo sentía que la comunicación iba en solo una dirección ya que cada vez que le enviaba un mensaje saludando me respondía con un versículo de la biblia, quizás para el también fue frustrante no cumplir con su promesa de salvarme, pero la realidad es que ambos hicimos lo que estaba de nuestras manos y eso también es válido.

Han pasado 9 años de aquel reencuentro, muy de vez en cuando nos saludamos porque seguimos siendo “amigos” en Facebook.

Hoy por hoy, honro y le agradezco a mi padre biológico haberme dado la vida, respeto su decisión de alejarse porque lo hizo lo mejor que pudo y gracias a eso, mi infancia fue tranquila y feliz.

Para mi ha sido la forma más sencilla de entender esa frase que con frecuencia me repito, “los planes de Dios son perfectos.

 

Romy Elena Castro Blanco

Coach Personal y PNL

@AleteoDeCambio

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